Dimitri
¡Hola! Soy Dimitri, profesor de violín. Tengo una licenciatura como pianista, una licenciatura como contrabajista de orquesta y una maestría como guitarrista y profesor de violín. Tengo poca experiencia como concertista (guitarra) y casi veinte años de experiencia como profesor de guitarra clásica y de violín. Las clases en línea son algo nuevo para mí, aunque no puedo decir que no esté listo para ellas. Es que he estado usando nuevas herramientas técnicas en mis clases durante mucho tiempo. Antes tenía que aprender todos los acompañamientos en piano, pero surgieron redes neuronales, y con una de ellas puedo eliminar la parte del violín solista de cualquiera grabación orquestal y preparar para la clase el acompañamiento hermoso. Ahora hay muchas oportunidades para hacer que las clases sean más divertidas y efectivas…
Tengo que aclarar lo que entiendo por «fascinación». No creo que un profesor de música deba convertirse en un animador… Un poco jugamos, un poco bailamos… ¡Mira, y el tiempo de la clase ya se acabó! Lo principal es que y para el niño — alegría, y para el maestro — descanso, ¡y el violín esperará!
¿Sabéis qué es el solfeo? Es una disciplina donde se aprende a cantar de partitura. Durante un año observaba las clases de solfeo en una escuela de música. ¡Durante todo el año, nada más que dibujar! En una clase, los niños pintaron la clave de sol en toda la hoja A4, durante cuarenta y cinco minutos… Еn otra clase fue la clave de bajo… ¿Qué relación tiene esto con la música? ¡Resulta ser directo! Según la convicción de los maestros de esa escuela, lo más importante en la enseñanza de la música clásica es no aburrir al niño con música. ¡Así es!
¿Y cómo van las clases de violín aquí en España? También es muy interesante… Un excelente violinista que escuché interpretando el «Concierto» de Tchaikovsky con la orquesta. Y las niñas de mi amiga en su clase el segundo año practicaron violín… sin violín ni arco. El violín estaba representado por una caja de cartón con un palo atado, y el arco era otro palo. ¿Qué es eso? ¡¿Un «método»?! Resulta que, según la convicción del maestro, primero debe, incluso antes de reunirse con el instrumento, ¡poner correctamente las manos! Bueno, él las «puso»! Así que me faltó un año para corregir completamente lo que este «maestro» con las manos de las chicas hizo. Solo a partir del segundo año comenzamos, más o menos, clases normales. Aunque el primer año terminamos con el «Concierto» de Riding, «Serenata» de Toselli, «Ave, Maria» de Bach−Gounod. Y al final del primer semestre del segundo año de estudio, en nuestro repertorio aparecieron «Concierto en la menor» de Vivaldi, «Danza húngara Nº5» de Brahms, «Czardas» de Monti, «Oblivión» de Piazzolla, «Por una cabeza» de Gardel (para dos violines y piano). En el tercer año, las chicas ya tocaron los tres «Viejos valses vieneses» de Kreisler («Romero hermoso», «Tormentos de Amor» y «Alegría de Amor»), «Tema de Amor» de Morricone (de la película «El nuevo cinema „Paraíso“»)… ¡Oh, no! ¡Eso no fue el resultado de hacer clases una vez a la semana! No hay milagros. Las chicas y yo hacemos ejercicio cinco veces a la semana. Aunque, si no fueran tan perezosos en su lugar, el mismo resultado podría lograrse con dos o tres clases por semana. Estas mismas hermanas practicaron muy poco; como máximo, media hora al día, e incluso con sábados y domingos libres.
Secar al niño con música, matar en él cualquier deseo de escuchar música buena, tocar un instrumento, probablemente, es un talento especial. Recuerdo que estuve tres meses en la casa de mi hija y allí decidí aprender a tocar violín a mi nieta. Su madre: «¡No más de veinte o treinta minutos! ¡No quiero que le mates su interés en estudios» ¡Que advertencia extraña!.. Bueno, sin mirarla, pasé una clase de una hora, la segunda... Miro, y la niña no se aburre, y en sus ojos se ve el interés. Las clases eran diarias. En consecuencia, el crecimiento fue muy rápido; todos los días se notaba algún avance. Ya habíamos trabajado dos horas todos los días… ¡pero una vez, olvidando todo, nos sentamos con nuestros violines durante casi cuatro horas! Me di cuenta, dije: «Está bien, suficiente… ¿Tienes algún trabajo del colegio? Estás libre…» En media hora vuelve: «Terminé… ¿Seguimos con el violín?» Oh! ¡Y alguien dice que el niño debe entretenerse! Nosotros estudiamos escalas y arpegios ese día. Y la niña en ese momento tenía ocho años… Enseguida fué matriculada al conservatorio, y han pasado dos años… Algo nuevo en su repertorio apareció, pero técnicamente se mantuvo al mismo nivel que había alcanzado conmigo. ¡Es necesario saber secar a los niños!
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